sábado, 5 de mayo de 2012

CRÍTICA: “THE ARTIST”. M. HAZANAVICIUS. 2011.


Majestuosa clase de historia del cine que quizás peque de superficial


Mucho se ha hablado ya sobre esta película. Multipremiada en todo festival o gran evento cinematográfico en el que ha sido exhibida; desde los Óscars hasta el cercano Festival de cine de Sevilla, dónde se alzó con el premio del público, pasando por los Globos de Oro o los Bafta.
Con la crítica rendida a sus pies por ser capaz de recrear una época de Hollywood donde el cine aún daba sus primeros pasos y comenzaba a erigirse como una potente industria. Vista por la mayoría de ellos como una carta de amor al cine que utiliza todas las convenciones del mudo para contarnos la historia de George Valentín: gran estrella de la interpretación con una vida feliz y una carrera de éxito que verá como con la llegada del sonoro tumba todo su bienestar. En su transcurrir vital y profesional aparecerá de una manera casual una jovencita anónima que tras presentarse a varios casting y aparecer en varias películas comenzará a triunfar en aquel mundo donde Valentín fracasó: el cine sonoro. Así contemplamos la cara y la cruz y de una misma realidad, donde la llegada de nuevos tiempos conlleva la adaptación de unos y el aislamiento de otros.

Como toda gran historia clásica que se precie no puede faltar la historia de amor entre los dos protagonistas. Romance imposible en un inicio, pero del que sabes que tarde o temprano se hará realidad.
Sumado a la historia principal con temática amorosa de por medio, la película también decide explicarnos todos aquellos aspectos que rodeaban el mundo del cine. Con ello se nos muestran los majestuosos estrenos cinematográficos, las presentaciones de los films ante la prensa, esas estrellas con poder de atracción capaz de atraer masas, la figura del productor que con puro en mano se muestra terco y obstinado ante las decisiones en un rodaje… en fin, todo un submundo que muchos imaginamos y conocemos y que aquí se nos muestra en todo su esplendor.  
Por ello es de admirar todo el contenido formal de la propuesta que partiendo de los 4:3 de la pantalla, el blanco y negro, y la maravillosa banda sonora de Ludovic Bource (que por cierto incluye un tema del Bernard Herrmann de Vértigo) consiguen que estemos ante una experiencia visual deslumbrante, de gran mérito artístico. La fotogenia de los actores también cuenta bastante, desde el orgulloso galán interpretado por Jean Dujardin hasta la espontánea y pizpireta señorita interpretada por Bérénice Bejo; pasando por el elenco de secundarios como John Goodman o cameos como el de Malcolm McDowell. Todo este cuadro, consiguen que la película alcance momentos de gran magia cinematográfica como la escena en la que Peppy Miller introduce su brazo en la chaqueta de Valentín y empieza a auto - acariciarse las caderas o la escena de la pesadilla de George en la que comienza a oír los sonidos de los objetos, al tiempo que nosotros también lo oímos y se transgreden así las normas del propio género de manera anecdótica.

Atendiendo a la estructura de la película, la primera parte del film me parece fantástica, en cuanto ritmo y puesta en escena, sin embargo llegados a la mitad aproximadamente y  conociendo ya la propuesta, el film decae en atención y quizás pone en evidencia la aparente falta de ideas de contenido, en la que el final o mejor dicho muchos momentos que vendrán a continuación se nos antojan previsibles o indiferentes. He aquí, uno de los lastres de la propuesta: el agotamiento de la misma una vez pasados los primeros 45 primeros minutos. Si es verdad que llegados al final, la cosa remonta  y consiguen que nos reconciliemos con lo mejor de la misma a través de un número de claqué fabuloso.

Así es de entender que la película además de postal o carta del director a un mundo que ama, funciona básicamente como vehículo pedagógico con cierta moraleja añadida que contentará a unos y que decepcionará a otros, quizás también por la falta de profundidad del enfoque y un tono algo infantiloide. No ha sido la única película con este tono presentada a los Óscars este año, Scorsese con “La invención de Hugo” también nos da una clase de historia del cine centrando su película en un viejo Mélies, sus trucajes y su “Viaje a la luna”. Bienvenidos pues a las propuestas en las que los cineastas cinéfilos desean mostrar su amor al cine a través de la realización de películas centradas en su historia. El gran dilema residen en saber si además de la mencionada “declaración de amor”,  se consigue transmitir el espíritu de aquellas películas y algunos aspectos de contenido que satisfagan a un espectador más exigente que quizás haya perdido la inocencia de aquel espectador de los años 10 y años 20.








1 comentario:

  1. cómo te has controlado!!;)en cualquier momento publico la mía...:)

    ResponderEliminar