sábado, 14 de abril de 2012

CRÍTICA DE CACHÉ. MICHAEL HANEKE. 2005


Dinamitando el bienestar de una familia burguesa a través de unas cintas de vídeo

Hará cuestión de unos años llegó a mis manos una película de un director austríaco que por lo visto había sido la última sensación en los circuitos independientes del cine europeo. Funny Games, que así se llamaba comenzaba con las aventuras de una familia que decide ir a pasar unos días de vacaciones a una casa cerca de un lago.
Lo que comienza bien, se empieza a torcer cuando dos muchachos vestidos de un blanco impoluto irrumpen en su casa, y les hacen pasar el peor de los infiernos posibles. Conforme se va desarrollando la historia todo se vuelve incómodo y definitivamente se va de las manos cuando en uno de los momentos de la cinta, uno de los muchachos recibe un disparo de una escopeta que usa la esposa del matrimonio y automáticamente el otro muchacho busca rápidamente un mando a distancia de la T.V y acciona el botón de rebobinar, haciendo retroceder la propia película hasta el momento anterior en el que la esposa consigue hacerse con la escopeta. Así el muchacho se adelanta a sus movimientos, atrapa el arma y evita que su compañero de fechorías muera. Lo que comenzaba de una manera incómoda se me antojó de lo más desconcertante y me hizo pensar por un momento si los personajes de la película podían llegar a ser conscientes de que se encontraban en una película y que por lo tanto podían alterar los mecanismos de narración cinematográfica a su antojo. Una idea radical, sí, pero que planteaba un cúmulo de reflexiones.

Después de esta introducción, y abordando ya la película que nos ocupa:
Caché, he de decir que no son pocos los puntos de encuentros entre Funny Games y esta película. Ambas tienen como núcleo central la vida de una familia burguesa. Ambas familias parecen vivir en un mundo ajeno a muchos problemas sociales. Y sobre todo ambas familias ven alterada su vida cotidiana tras la irrupción de un agente externo que les hace vivir una experiencia extrema; ya sea el detonante una docena de huevos (Funny Games) o unas cintas de vídeo y unos dibujos macabros (Caché). La diferencia principal entre ambas películas, es que mientras Funny Games nos proponía una reflexión sobre la violencia y sobre el papel de la imagen (ficcional o real)en una sociedad saturada de ellas, Caché nos propone una reflexión sobre la culpabilidad (o la falta de ella) y trata de destapar muchos de los fantasmas pasados que aterran a la sociedad francesa actual, derivados muchos de ellos de la Independencia de Argelia en 1962. 



Bajo un estilo frío, cortante y (porque no) irritante, el director austríaco es capaz de trazar un camino que nos va descubriendo muchos de los secretos que atormentan el subconsciente del protagonista de la película. Protagonista que presenta un programa literario, vive en un mundo literario y ficticio donde aparecen Rimbaud junto a otros literatos y lo alejan de esa realidad francesa imperante donde la convivencia entre culturas se hace cada vez más tensa.

La película se convierte así en un ejercicio de psicoanálisis en el que el propio Hanneke (suponiendo que sea partícipe del envío de las cintas) se erige como un Freud en potencia, o un demiurgo oculto que presiona a sus protagonistas para hacer que se enfrenten a sus problemas pasados, y de este modo sumergirnos en el malestar de la sociedad francesa.
Para ello, y al igual como un buen pescador utiliza un buen cebo para atraer la atención de los peces, Haneke utiliza las cintas de vídeo y las convenciones del thriller para atraer la atención del espectador hacia lo que sucede en pantalla.
Llegados al final de la cinta, muchos espectadores pueden no ver colmadas sus expectativas, y queden en parte decepcionados por no saber realmente quien envía las cintas. Puede que a otros les dé igual, y sean capaz de adentrarse en la problemática y en el mensaje de la película, sin importarles demasiado quien es el remitente de las cintas. He ahí uno de los debates polémicos que puede suscitar la película.
Pienso que parte de este problema puede deberse a lo acostumbrado que estamos en la narrativa de Hollywood a esos finales donde todo se resuelve y terminamos sabiendo quien el psicópata de un film, el padre oculto del “prota” y la causa por la que una catástrofe natural se produce; y claro, llega Haneke con Caché, y nos pone nervioso al no resolver el misterio de las cintas, o llega L.Von Trier con la colisión inminente de un planeta a la Tierra en Melancholia, y también nos pone nerviosos porque no llegamos a saber  las causas de dicha colisión. Pero estás insatisfacciones, ya digo es cosa nuestra y provienen en parte de las convenciones norteamericanas que tan asimiladas tenemos y que muchas veces no nos dejan ver más allá de unas cintas de vídeo o de un planeta asesino. 

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