jueves, 22 de marzo de 2012

ANA Y LOS LOBOS.


El Saura del  72 nos incomoda y nos hace pensar (de nuevo…):

La película a la que nos enfrentamos hoy es  “Ana y los lobos”, película del año 1972, dirigida por esa leyenda viviente del nuevo cine español que es Carlos Saura. La película consigue estremecernos y hacernos reflexionar durante, y después del visionado, aún 40 años después de su estreno.
Creo que al igual como Haneke puede incomodarnos (y de que manera) con “La cinta blanca”, “Caché” o cualquier otra de sus películas hoy día, Saura hace lo propio mucho tiempo atrás, con otras herramientas narrativas y cinematográficas, quizás menos radicales que las del austríaco, pero igual de potentes como elementos de denuncia.

Me gustaría aclarar que no es la primera vez que me enfrento al visionado de esta película. La primera vez que la vi fue durante una clase de cine español impartida por el propio Luis Navarrete hace dos años. Tras este visionado vino un análisis detallado y sorprendente sobre la enorme cantidad de símbolos y alusiones que hace la película a la España anterior a la transición.
Como el análisis de la película entró en el examen de la asignatura, pues la verdad es que algunos de los resquicios de esos conocimientos todavía permanecen en mi cabeza, y  tras ver algunos momentos de la película, asocio (sin quererlo) las teorías que me estudie con las imágenes que estoy viendo en la película, así que a decir verdad, el desligarme de aquello que escuché en la clase de cine Español, me ha resultado complicado, y no he tenido más remedio que aceptarlo como tal. Así a bote pronto y sin mirar apuntes, recuerdo por ejemplo que la casa alejada del entorno urbano representa España con respecto a Europa en los 70, y su aislamiento cultural, político, económico…etc. También recuerdo lo que representaban cada uno de los personajes masculinos; a cada cual más detestable, la verdad, pero que se asociaban con cada uno de los pilares en los que se sustentaba la nación española en aquella época: José, el obsesionado con los uniformes y las armas, representaría el asunto militar de la nación. Fernando –el místico- tendría claras alusiones a la tradición católica española, y Juan pues representaría ese Don Juan envejecido y resignado, cuyos tiempos de gloria ya quedan “pasados de rosca”.

Ana, extranjera y joven, con ideas nuevas y aperturistas, pues representaría ese país extranjero, con el que la nación española no comulgaba, y que lejos de tratarlo como una oportunidad de aprendizaje y de enriquecimiento, pues es sometido, violado y aniquilado por esos dementes hermanos, que bueno representarían el afán de España por preservar intacto su espíritu hacia sí misma como nación, y hacia el exterior, de cara a los otro países de Europa.

Es especialmente, llamativa esa escena esperpéntica y surrealista en la que Ana, ya hacia el final de la película vuelve a casa tras una mala velada con el personaje de Fernando en la cueva, y que de vuelta a la mansión se encuentra a José asomado  al balcón como si de un “caudillo” se tratase, mientras Juan con colchón incluido trata de tener relaciones sexuales con ella ante la mirada de un Fernando que no para de decir sandeces. Por si fuera poco, aparece la mujer de Juan en el tejado de la mansión a punto de suicidarse. Es significativo, y como ya vimos en clase, como Saura ejemplifica en este instante el papel de la mujer española, que sin encontrar su sitio como persona y encajar en la sociedad que pertenece, se siente inútil, y puede incluso verse abocada a tomar la peor de las decisiones posibles, como es el quitarse la vida.

Más allá de la simbología y todo el mensaje implícito en la película, creo que el film como historia independiente funciona igual de bien, aún no conociendo o ignorando la historia de España. Ese ambiente nauseabundo, enfermizo y obsesivo, está bastante conseguido por Saura y su equipo, y consigue que la mayoría de los espectadores sienta tanta repulsa por cada uno de los personajes; excepto por la pobre Ana, y que lleva a que la película en su segundo visionado a convertirse en una experiencia igual de desagradable de ver, como ya lo fue la primera. La crudeza permanece intacta. La música, esa marcha militar que se activa para describir una situación esperpéntica o para llamar la atención de una escena, tiene una gran fuerza expresiva y queda bastante bien en el contexto de la película.    
 Al final me queda la impresión que la película se muestra ante nosotros como una fábula o cuento siniestro. Y además queda de manifiesto que las historias pequeñas con pocos personajes es un género o un tipo de cine en el que el cineasta aragonés se mueve como pez en el agua. Recordar por ejemplo las posteriores “La prima Angélica” (de la que tanto se habla y aún no he visto) y la magnífica “Cría Cuervos”, que si he visto, y que recuerdo con nostalgia a través de esa mirada triste de una pequeña Ana Torrent y del tema de Jeanette: "Porque te vas".


Lo curioso de todo esto es pensar y detenerse en como ha evolucionado la carrera de Saura hasta llegar a nuestros días, y darse cuenta que esa rebeldía y espíritu reivindicativo tan interesante en el  director durante los años 60 y 70 se ha perdido como tal hoy día (también hay que tener en cuenta que los tiempos no son los mismos, ni España es la que era). El talento del maestro queda pues hoy día reducido a películas que tratan de experimentar e ilustrar el aspecto vital de algún personaje histórico (admirado por el director), como es Goya en - Goya en Burdeos-, o Mozart  en -Io, Don Giovanni-, o decide centrarse con gran esmero en el género del documental musical dedicado al Flamenco o al Fados, y que a decir verdad también es muy recomendable, siempre y cuando sientas alguna atracción por estos  tipos de música. En cuanto al género de ficción propiamente dicho, en la que se nos muestra una narrativa convencional y una historia con unos personajes; y hablando un poco desde la ignorancia, (ya que no he visto toda la filmografía del aragonés), creo que en estos films el director ha perdido algo de fuelle, y ya desde aquel desastre que vi una vez llamado –Deprisa, Deprisa-, no ha vuelto a sobreponerse con todo el esplendor de sus primeras películas. Quizás pueda rescatarse más como curiosidad que como apertura de una línea temática o estilística clara, esa película de 2004 llamada “El 7º día”.

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