sábado, 5 de mayo de 2012

CRÍTICA: “THE ARTIST”. M. HAZANAVICIUS. 2011.


Majestuosa clase de historia del cine que quizás peque de superficial


Mucho se ha hablado ya sobre esta película. Multipremiada en todo festival o gran evento cinematográfico en el que ha sido exhibida; desde los Óscars hasta el cercano Festival de cine de Sevilla, dónde se alzó con el premio del público, pasando por los Globos de Oro o los Bafta.
Con la crítica rendida a sus pies por ser capaz de recrear una época de Hollywood donde el cine aún daba sus primeros pasos y comenzaba a erigirse como una potente industria. Vista por la mayoría de ellos como una carta de amor al cine que utiliza todas las convenciones del mudo para contarnos la historia de George Valentín: gran estrella de la interpretación con una vida feliz y una carrera de éxito que verá como con la llegada del sonoro tumba todo su bienestar. En su transcurrir vital y profesional aparecerá de una manera casual una jovencita anónima que tras presentarse a varios casting y aparecer en varias películas comenzará a triunfar en aquel mundo donde Valentín fracasó: el cine sonoro. Así contemplamos la cara y la cruz y de una misma realidad, donde la llegada de nuevos tiempos conlleva la adaptación de unos y el aislamiento de otros.

Como toda gran historia clásica que se precie no puede faltar la historia de amor entre los dos protagonistas. Romance imposible en un inicio, pero del que sabes que tarde o temprano se hará realidad.
Sumado a la historia principal con temática amorosa de por medio, la película también decide explicarnos todos aquellos aspectos que rodeaban el mundo del cine. Con ello se nos muestran los majestuosos estrenos cinematográficos, las presentaciones de los films ante la prensa, esas estrellas con poder de atracción capaz de atraer masas, la figura del productor que con puro en mano se muestra terco y obstinado ante las decisiones en un rodaje… en fin, todo un submundo que muchos imaginamos y conocemos y que aquí se nos muestra en todo su esplendor.  
Por ello es de admirar todo el contenido formal de la propuesta que partiendo de los 4:3 de la pantalla, el blanco y negro, y la maravillosa banda sonora de Ludovic Bource (que por cierto incluye un tema del Bernard Herrmann de Vértigo) consiguen que estemos ante una experiencia visual deslumbrante, de gran mérito artístico. La fotogenia de los actores también cuenta bastante, desde el orgulloso galán interpretado por Jean Dujardin hasta la espontánea y pizpireta señorita interpretada por Bérénice Bejo; pasando por el elenco de secundarios como John Goodman o cameos como el de Malcolm McDowell. Todo este cuadro, consiguen que la película alcance momentos de gran magia cinematográfica como la escena en la que Peppy Miller introduce su brazo en la chaqueta de Valentín y empieza a auto - acariciarse las caderas o la escena de la pesadilla de George en la que comienza a oír los sonidos de los objetos, al tiempo que nosotros también lo oímos y se transgreden así las normas del propio género de manera anecdótica.

Atendiendo a la estructura de la película, la primera parte del film me parece fantástica, en cuanto ritmo y puesta en escena, sin embargo llegados a la mitad aproximadamente y  conociendo ya la propuesta, el film decae en atención y quizás pone en evidencia la aparente falta de ideas de contenido, en la que el final o mejor dicho muchos momentos que vendrán a continuación se nos antojan previsibles o indiferentes. He aquí, uno de los lastres de la propuesta: el agotamiento de la misma una vez pasados los primeros 45 primeros minutos. Si es verdad que llegados al final, la cosa remonta  y consiguen que nos reconciliemos con lo mejor de la misma a través de un número de claqué fabuloso.

Así es de entender que la película además de postal o carta del director a un mundo que ama, funciona básicamente como vehículo pedagógico con cierta moraleja añadida que contentará a unos y que decepcionará a otros, quizás también por la falta de profundidad del enfoque y un tono algo infantiloide. No ha sido la única película con este tono presentada a los Óscars este año, Scorsese con “La invención de Hugo” también nos da una clase de historia del cine centrando su película en un viejo Mélies, sus trucajes y su “Viaje a la luna”. Bienvenidos pues a las propuestas en las que los cineastas cinéfilos desean mostrar su amor al cine a través de la realización de películas centradas en su historia. El gran dilema residen en saber si además de la mencionada “declaración de amor”,  se consigue transmitir el espíritu de aquellas películas y algunos aspectos de contenido que satisfagan a un espectador más exigente que quizás haya perdido la inocencia de aquel espectador de los años 10 y años 20.








sábado, 14 de abril de 2012

CRÍTICA DE CACHÉ. MICHAEL HANEKE. 2005


Dinamitando el bienestar de una familia burguesa a través de unas cintas de vídeo

Hará cuestión de unos años llegó a mis manos una película de un director austríaco que por lo visto había sido la última sensación en los circuitos independientes del cine europeo. Funny Games, que así se llamaba comenzaba con las aventuras de una familia que decide ir a pasar unos días de vacaciones a una casa cerca de un lago.
Lo que comienza bien, se empieza a torcer cuando dos muchachos vestidos de un blanco impoluto irrumpen en su casa, y les hacen pasar el peor de los infiernos posibles. Conforme se va desarrollando la historia todo se vuelve incómodo y definitivamente se va de las manos cuando en uno de los momentos de la cinta, uno de los muchachos recibe un disparo de una escopeta que usa la esposa del matrimonio y automáticamente el otro muchacho busca rápidamente un mando a distancia de la T.V y acciona el botón de rebobinar, haciendo retroceder la propia película hasta el momento anterior en el que la esposa consigue hacerse con la escopeta. Así el muchacho se adelanta a sus movimientos, atrapa el arma y evita que su compañero de fechorías muera. Lo que comenzaba de una manera incómoda se me antojó de lo más desconcertante y me hizo pensar por un momento si los personajes de la película podían llegar a ser conscientes de que se encontraban en una película y que por lo tanto podían alterar los mecanismos de narración cinematográfica a su antojo. Una idea radical, sí, pero que planteaba un cúmulo de reflexiones.

Después de esta introducción, y abordando ya la película que nos ocupa:
Caché, he de decir que no son pocos los puntos de encuentros entre Funny Games y esta película. Ambas tienen como núcleo central la vida de una familia burguesa. Ambas familias parecen vivir en un mundo ajeno a muchos problemas sociales. Y sobre todo ambas familias ven alterada su vida cotidiana tras la irrupción de un agente externo que les hace vivir una experiencia extrema; ya sea el detonante una docena de huevos (Funny Games) o unas cintas de vídeo y unos dibujos macabros (Caché). La diferencia principal entre ambas películas, es que mientras Funny Games nos proponía una reflexión sobre la violencia y sobre el papel de la imagen (ficcional o real)en una sociedad saturada de ellas, Caché nos propone una reflexión sobre la culpabilidad (o la falta de ella) y trata de destapar muchos de los fantasmas pasados que aterran a la sociedad francesa actual, derivados muchos de ellos de la Independencia de Argelia en 1962. 



Bajo un estilo frío, cortante y (porque no) irritante, el director austríaco es capaz de trazar un camino que nos va descubriendo muchos de los secretos que atormentan el subconsciente del protagonista de la película. Protagonista que presenta un programa literario, vive en un mundo literario y ficticio donde aparecen Rimbaud junto a otros literatos y lo alejan de esa realidad francesa imperante donde la convivencia entre culturas se hace cada vez más tensa.

La película se convierte así en un ejercicio de psicoanálisis en el que el propio Hanneke (suponiendo que sea partícipe del envío de las cintas) se erige como un Freud en potencia, o un demiurgo oculto que presiona a sus protagonistas para hacer que se enfrenten a sus problemas pasados, y de este modo sumergirnos en el malestar de la sociedad francesa.
Para ello, y al igual como un buen pescador utiliza un buen cebo para atraer la atención de los peces, Haneke utiliza las cintas de vídeo y las convenciones del thriller para atraer la atención del espectador hacia lo que sucede en pantalla.
Llegados al final de la cinta, muchos espectadores pueden no ver colmadas sus expectativas, y queden en parte decepcionados por no saber realmente quien envía las cintas. Puede que a otros les dé igual, y sean capaz de adentrarse en la problemática y en el mensaje de la película, sin importarles demasiado quien es el remitente de las cintas. He ahí uno de los debates polémicos que puede suscitar la película.
Pienso que parte de este problema puede deberse a lo acostumbrado que estamos en la narrativa de Hollywood a esos finales donde todo se resuelve y terminamos sabiendo quien el psicópata de un film, el padre oculto del “prota” y la causa por la que una catástrofe natural se produce; y claro, llega Haneke con Caché, y nos pone nervioso al no resolver el misterio de las cintas, o llega L.Von Trier con la colisión inminente de un planeta a la Tierra en Melancholia, y también nos pone nerviosos porque no llegamos a saber  las causas de dicha colisión. Pero estás insatisfacciones, ya digo es cosa nuestra y provienen en parte de las convenciones norteamericanas que tan asimiladas tenemos y que muchas veces no nos dejan ver más allá de unas cintas de vídeo o de un planeta asesino. 

sábado, 31 de marzo de 2012

La clase. (Entre les murs). 2008



Dentro del aula. ¿A través del documental o de la ficción?

Es la segunda crítica en la que comienzo con un interrogante. Eso significa que la película que he visto me ha hecho pensar, y me ha planteado por lo menos una duda. Quizás no haya encontrado la respuesta en la propia película. Decepción repentina. Lo que significa que tendré que indagar en lo que acabo de ver para ver si puedo extraer conclusiones propias. Algo así, me ha pasado con la película de Laurent Cantet. Lo admirable de todo ello, es que este film más allá de la duda con la he encabezado la crítica y que alude a una cuestión de género y formato, me ha suscitado más interrogantes que intentaré desgranar o por lo menos plantear a lo largo del desarrollo de esta crítica.  

Laurent Cantet rodeado de los chicos de su última película,
tras recibir La Palma de Oro en Cannes. 2008
La clase es una película de 2008. Se alzó con el máximo galardón en uno de los festivales de cine más exquisitos y selectos del panorama actual: El festival de Cannes. Ese festival que es capaz de rescatar, y por si fuera poco premiar propuestas casi invisibles, que provienen de Tailandia, como la película de Apichatpong Weerasethakul: El Tío Boonme recuerda sus vidas pasadas, 2010. O que se atreve en  1961 premiar la polémica y no – querida en la España de esa época: Viridiana de Luis Buñuel; decidió otorgar en su 61ª edición la Palma de oro a la película de Laurent Cantet. Hacía 22 años que no se le concedía a una película francesa.  Este director francés, hijo de profesores, y con cuatro largometrajes a sus espaldas, incluido el que nos ocupa en esta crítica, conoció a Françoise Bégaudeau durante el estreno de Hacia el sur (Cantet, 2005). Bégaudeau, profesor de instituto, presentaba por aquellos  años la novela Entre les murs que narraba la experiencia de un profesor en un colegio de adolescentes. Lejos de otros libros de institutos en los que los profesores tratan de llevar a cabo su venganza particular contra todos esos chavales que han saboteado su autoridad, el libro de Françoise huye de estos instintos de venganza y trata de narrar la experiencia, con momentos de rabia pero también de felicidad, de un profesor dentro de las aulas en las que impartió clases. Cantet, meditando desde años atrás querer hacer una película de institutos, quedó la mar de satisfecho con la lectura del libro, y decidió trabajar mano a mano con Françoise para sacar adelante la película.

La película en sí, es el retrato de un pequeño universo en el que conviven una serie de chavales/as en una difícil edad junto a la presencia de unos adultos que no conocen y que serán sus profesores en diferentes asignaturas. En lugar de dispersar la acción a través de las clases de los diferentes profesores, el film y la novela se centran en el día a día de un profesor de francés. Françoise, que así se llama, tratará de impartir las clases tratando de establecer un diálogo con los alumnos, fomentando una participación activa que le lleva en muchas ocasiones a introducirse en unos asuntos delicados que incomodarían a cualquier profesor, pero no a Françoise. Recordar por ejemplo, la escena en la que un adolescente negro, que luego cobrará mayor importancia en la trama, pregunta al profesor si es homosexual, a lo que el profesor responde que no, con la mayor normalidad posible, sin sentirse atacado por ello. Por tanto, el diálogo y la aplicación de un sistema de enseñanza basado en el tú a tú y no en una relación de dominancia profesor-alumno se convierten en las claves de este joven profesor. Muchos otros profesores, también intentan hacer algo parecido al principio del curso; recordar el inicio de la película en el que se ve el entusiasmo de todos ellos, pero van desistiendo a medida que avanza el curso entre frustraciones y malas experiencias. Dentro de esta convivencia que muchos han decidido relacionar con la sociedad francesa actual, tiene lugar el tratamiento de numerosos temas que forman parte del día a día de cualquier adolescente, como el fútbol, el aislamiento social, los complejos físicos, la falta de motivación académica, la necesidad de liderazgo… Françoise lanza la pelota a esto chavales una y otra vez, con la intención de llevarlos lejos y hacerlos pensar lo máximo posible. Todo se trunca, aunque ya se veía venir, el día en el que una discusión va más allá de lo que debería y el personaje de “Souleymane” golpea  involuntariamente a una chica en la cara provocándole un reguero de sangre. A ello le sigue un consejo escolar, donde las interpretaciones del hecho y el juicio del mismo por parte de profesores y afectado decide llevarse a cabo bajo la autoridad propia del sistema educativo, y en la que se decide que Souleymane sea expulsado del colegio y con suerte trasladado a otro colegio, aunque el peor de los casos apunta por ser obligado a volver a su país de origen: Malí.
¿Fracasa de este modo el sistema de enseñanza propuesto por Françoise? No lo sé… aún sigo preguntándomelo. El hecho aún se hace más dudoso al final de la cinta, cuando el profesor pregunta a alumno por alumno que es lo que han aprendido a lo largo del año, y la mayoría responde sobre contenidos teóricos, matemáticos o químicos, como cosas el tipo: He aprendido que la suma de los catetos al cuadrado en un triángulo rectángulo es igual a la hipotenusa al cuadrado, y cosas del estilo; cuando lo realmente aprendido y que verdadero valor va a tener en sus vidas va a ser todo ese cúmulo de experiencias vitales dentro del aula en la que Françoise ha sido un mero arbitro, y que solo ha tratado de llevarlos más allá en cada una de esas situaciones.

Si el contenido de la película da para reflexionar durante largo rato, el formato de la misma tampoco se queda corto en cuestiones reflexivas. Cuando veía la película me preguntaba constantemente, ¿Cuánto hay de verdad en lo que estoy viendo? ¿Es una ficción o un documental? ¿Hay una cámara sobrevolando el interior de una clase real? ¿Estamos ante chicos que son actores reales o son así realmente?. Algunas de estas dudas las he ido disipando a medida que he leído en Internet diferente información sobre el proceso de creación de la película, como fue la organización de talleres y la convivencia con los chicos antes del rodaje, la improvisación de muchas situaciones regidas sólo por un punto de partida marcado por el director del film… Todo ello hace que nos encontremos ante una formato de docudrama, que no lo es como tal porque los chicos no son en realidad los personajes que interpretan y solo comparten con ellos puntos tangenciales, alejando (y he aquí lo difícil) el contenido y el quehacer de la película de cualquier docudrama adolescente de la parrilla televisiva actual como Hermano Mayor o El campamento, ambas en Cuatro, en los que el morbo y la moraleja “facilona” es lo que se pretende. Por el contrario, la propuesta de Cantet va mucho más allá, planteando ante todo la reflexión del espectador bajo unas imágenes y unos momentos que respiran frescura, espontaneidad y vitalidad. 

miércoles, 28 de marzo de 2012

ADAPTATION: El ladrón de Orquídeas


Escribir un guión: ¿Tortura o ejercicio terapéutico contra la neurosis? 



Creo que Woody Allen además del protagonista de nuestra película se habrá hecho en más de una ocasión la pregunta con la que he encabezado la crítica y que más adelante desarrollaré.

Hablar sobre una obra tan peculiar como Adaptation supone irremediablemente prestar atención a dos de los máximos responsables de la película que nos ocupa: Spike Jonze y Charlie Kaufman. Jonze que inició su carrera a través del vídeo musical y que colaboró por primera vez con Kaufman  en esa comedia surrealista, que narraba la vida de un marionetista desencantado con la vida, titulada Cómo ser John Malkovich, 1999. Película de culto con el paso del tiempo, rara y desconcertante a la par que muy original, el film encontró su público y gozó de un éxito relativo, siendo reconocido por la academia de cine de Hollywood con tres nominaciones al Óscar, destacando entre ellas la de mejor guión.  Una pareja de creadores tan imaginativos como Jonze y Kaufman, decidieron afrontar un nuevo proyecto, aún más enrevesado si acaso que el anterior, titulado Adaptation: El Ladrón de Orquídeas, 2002.
Hablar de Adaptation se me presenta como un ejercicio complejo, ya que la propia película plantea un sinfín de temas de los que se podría hablar extensa y largamente, dando como resultado un análisis bastante denso y extenso.  Sin embargo haré el intento de detenerme y comentar  aquello que más ha llamado mi atención como espectador.

Charlie Kaufman (personaje, supongo inspirado en el guionista  de la película, alter-ego de sí mismo ) es un guionista (también en la película) que es contratado por una productora hollywoodiense para adaptar al cine una novela literaria sobre orquídeas. Kaufman:  inseguro, neurótico, obsesivo, desencantado con la vida y con una alopecia más que avanzada, no es capaz de desarrollar el nuevo proyecto con toda la fluidez que él desea, y son sus miedos, miserias y complejos humanos los que se sitúan como si de obstáculos se tratasen en ese proceso creativo que empieza a convertirse en una verdadera tortura para el guionista. Sudor y nerviosismo en las entrevistas de trabajo, timidez irracional al hablar con ciertas personas, incapacidad por iniciar una conquista amorosa y otras muchas situaciones no deseadas, son las que experimenta el protagonista a lo largo de la película. Estamos ante un hombre contemporáneo lastrado con una neurosis y unos complejos que bien podría haber salido de las páginas de una novela del polémico escritor Michael Houllebecq.  Kaufman (el verdadero) y Jonze decide utilizar de manera muy acertada el recurso de la voz en off para ayudarnos  aún más a introducirnos en la psicología del personaje.
Paralelamente aparece en el film un hermano gemelo del personaje principal: Donald Kaufman, que se revela como la antítesis de Charlie. Donald es simple, sin complejos, le va bien con las mujeres, y mira tú por donde también aspira a ser guionista; de hecho uno de los puntos cómicos de la película es cuando dice estar trabajando en un guión que pretende establecer un punto de encuentro entre El silencio de los Corderos y Psicosis!,con desdoblamientos de personalidad del protagonista.
Como era de esperar Charlie ve a su hermano como alguien poco inteligente que si bien no le va nada mal con el género femenino, jamás será capaz de alcanzar las cotas de genialidad a las que él alguna vez ha llegado. Es especialmente confusa la primera aparición de Donald, ya que cualquier espectador, como es mi caso, no era capaz de determinar si Donald era el verdadero hermano de Charlie o si estábamos ante un desdoblamiento de personalidad del protagonista.
Es de admirar el trabajo de Nicolas Cage. Ese actor que actualmente hace 3 o 4 películas por año, para pagar antiguas deudas; según dicen las malas lenguas, y que en ésta película realiza un doble papel en el que está inmejorable en ambos personajes, aunque sobre todo haciendo de Charlie, verdadero peso del film. 

A medida que transcurre la película asistimos a la segunda historia que transcurre en paralelo a la principal y en la que vemos como Susan, escritora de novelas, trata de dar forma a la novela sobre orquídeas (que Charlie tratará de llevar al cine) a través de sus encuentros con John, un aventurero sin término medio que se apasiona y desapasiona de las tortugas, las orquídeas, los peces de colores e incluso el porno con bastante facilidad. Los encuentros entre dos seres tan diferentes como Susan y John son bastante interesantes. Susan, interpretada por  una Meryl Streep que a primera vista parece sacada de Los puentes de Madison (Clint Eastwood, 1995), aunque llegado el final de la película nos sorprende con un giro inesperado SPOILER hacia el lado de las drogas, y unas “idas de olla” que pasan por empuñar un arma para cargarse a Charlie FIN SPOILER que no esperábamos cuando la veíamos hablar con tanta parsimonia sobre el placer de contemplar a alguien (John, en este caso) “apasionarse tanto por algo”. John está interpretado en la película por un actor no muy conocido que es Chris Cooper, que ganó la estatuilla dorada por esta película, y que hace un personaje tan carismático del que fácilmente se podría hacer un spin-off solo con él.

Es especial relevante la aparición de Brian Cox interpretando a Robert McKee en un seminario sobre guión y al que Charlie asiste para encontrar respuestas a su falta de inspiración. McKee,  hombre que defiende el conflicto, la acción y los sucesos grandilocuentes en todo guión que se haga, permite que el personaje de Charlie de un giro al guión en el que estaba  escribiendo. Dicho giro también tiene repercusión sobre la propia película; ya que la película que estamos viendo es un ejercicio de cine dentro del cine o de adaptación literaria sobre imágenes, (no sé cómo llamarlo), en el que vemos la puesta en imágenes del guión que Charlie Kaufman está intentando escribir durante toda la película. Cuando el espectador llega al desenlace del film parece que está viendo un thriller SPOILER con persecuciones, accidente inesperados, muertes de personajes, cocodrilos… FIN SPOILER y todo un batiburrillo de situaciones que hacen que la película no sea lo que se esperaba de ella al principio. Sin embargo al final todo se cierra milimétricamente y no queda ningún cabo sin atar.

Como conclusión es de destacar como al igual que el personaje de Barton Fink en la película de los Cohen, 1991. Charlie decide convertir sus “neuras” y sus complejos en la tabla de salvación de su propio guión, haciendo de su vida el verdadero contenido del guión. Y haciendo que el guión y su existencia cobren sentido como tal. El guión: el producto de su trabajo, se convierte de esta manera en el catalizador terapéutico de aquello que atormenta al protagonista.
Me gusta especialmente el tratamiento que consigue darle Kaufman (¿Cuanto no habrá de él en su alter-ego?) y Jonze al tema de los complejos, la neurosis y toda esa patología mental que machaca al protagonista. En lugar de apostar por la oscuridad, el pesimismo o el nihilismo más desesperado, el director y el guionista de la película son capaces de tratar el tema bajo un relativo optimismo, haciendo que el patetismo inicial hacia el protagonista sea sustituido por la comprensión y la simpatía,  logrando que aún en la peor de las vidas todavía exista una “lucecita” o una posibilidad a la cual aferrarse para ser feliz, como el robarle un beso a una chica o el sonreír en el coche sabiendo que has terminado un gran trabajo.  

jueves, 22 de marzo de 2012

ANA Y LOS LOBOS.


El Saura del  72 nos incomoda y nos hace pensar (de nuevo…):

La película a la que nos enfrentamos hoy es  “Ana y los lobos”, película del año 1972, dirigida por esa leyenda viviente del nuevo cine español que es Carlos Saura. La película consigue estremecernos y hacernos reflexionar durante, y después del visionado, aún 40 años después de su estreno.
Creo que al igual como Haneke puede incomodarnos (y de que manera) con “La cinta blanca”, “Caché” o cualquier otra de sus películas hoy día, Saura hace lo propio mucho tiempo atrás, con otras herramientas narrativas y cinematográficas, quizás menos radicales que las del austríaco, pero igual de potentes como elementos de denuncia.

Me gustaría aclarar que no es la primera vez que me enfrento al visionado de esta película. La primera vez que la vi fue durante una clase de cine español impartida por el propio Luis Navarrete hace dos años. Tras este visionado vino un análisis detallado y sorprendente sobre la enorme cantidad de símbolos y alusiones que hace la película a la España anterior a la transición.
Como el análisis de la película entró en el examen de la asignatura, pues la verdad es que algunos de los resquicios de esos conocimientos todavía permanecen en mi cabeza, y  tras ver algunos momentos de la película, asocio (sin quererlo) las teorías que me estudie con las imágenes que estoy viendo en la película, así que a decir verdad, el desligarme de aquello que escuché en la clase de cine Español, me ha resultado complicado, y no he tenido más remedio que aceptarlo como tal. Así a bote pronto y sin mirar apuntes, recuerdo por ejemplo que la casa alejada del entorno urbano representa España con respecto a Europa en los 70, y su aislamiento cultural, político, económico…etc. También recuerdo lo que representaban cada uno de los personajes masculinos; a cada cual más detestable, la verdad, pero que se asociaban con cada uno de los pilares en los que se sustentaba la nación española en aquella época: José, el obsesionado con los uniformes y las armas, representaría el asunto militar de la nación. Fernando –el místico- tendría claras alusiones a la tradición católica española, y Juan pues representaría ese Don Juan envejecido y resignado, cuyos tiempos de gloria ya quedan “pasados de rosca”.

Ana, extranjera y joven, con ideas nuevas y aperturistas, pues representaría ese país extranjero, con el que la nación española no comulgaba, y que lejos de tratarlo como una oportunidad de aprendizaje y de enriquecimiento, pues es sometido, violado y aniquilado por esos dementes hermanos, que bueno representarían el afán de España por preservar intacto su espíritu hacia sí misma como nación, y hacia el exterior, de cara a los otro países de Europa.

Es especialmente, llamativa esa escena esperpéntica y surrealista en la que Ana, ya hacia el final de la película vuelve a casa tras una mala velada con el personaje de Fernando en la cueva, y que de vuelta a la mansión se encuentra a José asomado  al balcón como si de un “caudillo” se tratase, mientras Juan con colchón incluido trata de tener relaciones sexuales con ella ante la mirada de un Fernando que no para de decir sandeces. Por si fuera poco, aparece la mujer de Juan en el tejado de la mansión a punto de suicidarse. Es significativo, y como ya vimos en clase, como Saura ejemplifica en este instante el papel de la mujer española, que sin encontrar su sitio como persona y encajar en la sociedad que pertenece, se siente inútil, y puede incluso verse abocada a tomar la peor de las decisiones posibles, como es el quitarse la vida.

Más allá de la simbología y todo el mensaje implícito en la película, creo que el film como historia independiente funciona igual de bien, aún no conociendo o ignorando la historia de España. Ese ambiente nauseabundo, enfermizo y obsesivo, está bastante conseguido por Saura y su equipo, y consigue que la mayoría de los espectadores sienta tanta repulsa por cada uno de los personajes; excepto por la pobre Ana, y que lleva a que la película en su segundo visionado a convertirse en una experiencia igual de desagradable de ver, como ya lo fue la primera. La crudeza permanece intacta. La música, esa marcha militar que se activa para describir una situación esperpéntica o para llamar la atención de una escena, tiene una gran fuerza expresiva y queda bastante bien en el contexto de la película.    
 Al final me queda la impresión que la película se muestra ante nosotros como una fábula o cuento siniestro. Y además queda de manifiesto que las historias pequeñas con pocos personajes es un género o un tipo de cine en el que el cineasta aragonés se mueve como pez en el agua. Recordar por ejemplo las posteriores “La prima Angélica” (de la que tanto se habla y aún no he visto) y la magnífica “Cría Cuervos”, que si he visto, y que recuerdo con nostalgia a través de esa mirada triste de una pequeña Ana Torrent y del tema de Jeanette: "Porque te vas".


Lo curioso de todo esto es pensar y detenerse en como ha evolucionado la carrera de Saura hasta llegar a nuestros días, y darse cuenta que esa rebeldía y espíritu reivindicativo tan interesante en el  director durante los años 60 y 70 se ha perdido como tal hoy día (también hay que tener en cuenta que los tiempos no son los mismos, ni España es la que era). El talento del maestro queda pues hoy día reducido a películas que tratan de experimentar e ilustrar el aspecto vital de algún personaje histórico (admirado por el director), como es Goya en - Goya en Burdeos-, o Mozart  en -Io, Don Giovanni-, o decide centrarse con gran esmero en el género del documental musical dedicado al Flamenco o al Fados, y que a decir verdad también es muy recomendable, siempre y cuando sientas alguna atracción por estos  tipos de música. En cuanto al género de ficción propiamente dicho, en la que se nos muestra una narrativa convencional y una historia con unos personajes; y hablando un poco desde la ignorancia, (ya que no he visto toda la filmografía del aragonés), creo que en estos films el director ha perdido algo de fuelle, y ya desde aquel desastre que vi una vez llamado –Deprisa, Deprisa-, no ha vuelto a sobreponerse con todo el esplendor de sus primeras películas. Quizás pueda rescatarse más como curiosidad que como apertura de una línea temática o estilística clara, esa película de 2004 llamada “El 7º día”.

lunes, 20 de febrero de 2012

Crítica sobre Cortometraje “FIN” de Gabriella Martí, 1998.



DUEÑA DEL TIEMPO.

Interesante propuesta la que nos propone Gabriella Martí en su corto. El narrar una determinada situación, como es la muerte de una anciana, utilizando el sentido inverso del tiempo, es bastante sugerente, aunque no es nueva. La utilización de este efecto por parte de la directora es bastante acertado, y ya desde los créditos iniciales en los que vemos el equipo de realización del corto en sentido inverso, ya podemos intuir, aunque no confirmar, como se nos va a contar la historia.
Más adelante con la anciana devolviendo la Sagrada Forma propia del sacramento de la extrema unción o el momento en el que un mozo de la limpieza parece introducir el líquido de un limpiacristales en el interior de un pulverizador, ya podemos confirmar nuestra intuición, y presenciar con sorpresa como los efectos cotidianos se suceden al contrario de lo esperado, como por arte de magia. Cuando se utiliza este efecto se consigue jugar con nuestras suposiciones e indicios, acerca de la historia que estamos viendo, y más si la historia esconde una intriga o un secreto que suponemos se nos desvelará al final o casi al final del corto, (como así ocurre), pero mientras llega y no, nos preguntamos constantemente: ¿Porqué muere la anciana de la historia? ¿Tiene alguna enfermedad? ¿Se ha hecho demasiado vieja?¿La persona que la cuida tiene algo que ver en su muerte?...  
La presencia de la música, y el cambio del color de la fotografía para diferenciar los espacios por donde transita la acción, el interior del hospital; en blanco y negro, y el exterior, en color; son otros de los recursos empleados por la directora de manera intencionada, aunque decir, que en el caso de la fotografía, la utilización resulta algo gratuita.
Finalmente añadir que viendo la proyección me vinieron a la mente dos obras que utilizaban el mismo efecto, pero de una forma más amplia y reflexiva, en el sentido de dotar de significado una obra; una es la película “El caso de Benjamin Button” de David Fincher, de 2008, en la que personaje interpretado por Brad Pitt experimenta en sus propio cuerpo el efecto de “tiempo inverso”;  y otra, es un corto de Álex Pastor Vallejo, muy galardonado en diversos festivales y estrenado en el 2004, cuyo título es “La ruta natural”. 
A pesar de ello hay que destacar que el corto de Gabriella Martí, aventaja a estas dos obras en unos años, por lo que también es de reconocer.
                                                                                              

Antonio J. Mérida Rodríguez.

distrayendo al tiempo en sus más diversas variables